Recomendaciones para mantener tu cuerpo hidratado
La deshidratación (pérdida de líquidos) perjudica la capacidad de realizar tanto esfuerzos de alta intensidad a corto plazo como esfuerzos prolongados. Se puede producir de forma involuntaria si se restringe la ingesta de líquidos antes, durante o después de la actividad física.
Aproximadamente, el 80% de la energía producida para la contracción muscular se libera en forma de calor. Nuestro organismo debe eliminar esa gran cantidad de calor para no provocar un aumento de la temperatura corporal, que tendría consecuencias muy negativas para la salud. Por este motivo recurre al mecanismo de la sudoración, que al mismo tiempo que «enfría» el cuerpo, provoca una importante pérdida de líquidos.
En condiciones habituales, la sed es una buena señal para anunciar grados más o menos importantes de disminución de la hidratación. Pero en las grandes pérdidas de líquidos, consecutivas a la actividad física, la desaparición de la sed no significa que el organismo haya alcanzado el estado de equilibrio entre pérdidas y ganancias (hidratación correcta), por lo que la persona que realiza alguna actividad puede dejar de beber sin haber completado su rehidratación (recuperación del líquido perdido hasta conseguir su
normalización en el organismo).